sábado, 25 de febrero de 2017

Diario de viaje (3/8) Una repentina caída (Lía)

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                                                           UNA REPENTINA CAIDA


Al habla Lía. Hoy os voy a hablar de nuestro cuarto día en Madagascar.
Para empezar ayer llegamos muy pronto a casa, imagino que Lucía ya os lo habrá contado, fue súper divertido aunque creo que hubo algunos rasguños en la ropa y la tuvimos que tirar, pero en fin, hoy es hoy o sea que a lo que íbamos. Nos levantamos muy pronto todos, perdón todos menos Omar, no se despertó hasta que no nos pusimos a hacer el desayuno, porque como el día anterior no nos gustó mucho el desayuno pues decidimos hacer nuestro propio desayuno con las sobras del avión.
Hicimos unas crepes con nocilla y unos vasos de leche con cola cao, después nos montamos de nuevo en esa especie de coche arrastrado por el guía y llegamos a un sitio precioso, un sitio que yo sabía que nunca iba a olvidar, todos nos miramos a los ojos los unos a los otros y supimos que había sido muy buena idea visitar Madagascar. Le preguntamos a nuestra guía que cómo se llamaba este lugar tan espectacular, él nos dijo que eran los árboles de Bongolava, y que íbamos a pasar todo el día ahí. A nosotros nos pareció una gran idea y nos fuimos a dar un paseo mientras el guía sacaba los sándwiches que habíamos preparado en el desayuno. Vimos un árbol que era mucho más alto que los demás y eso que los demás también eran enormes, por lo menos medirían 27 metros cada uno, si si no estoy exagerando, 27 metros. Total que a los chicos no se les ocurrió otra cosa que escalarlos. A nosotras eso nos parecía una auténtica locura, no creíamos lo que estábamos viendo en tan solo cinco minutos ya habían escalado casi la mitad del árbol, cuando por fin estaban bajando, Javi se resbaló y se calló, por lo menos solo estaba a uno o dos metros sobre el suelo, porque si no se habría matado. Después de eso decidimos no volver a hacer eso y volvimos con el guía para comer, cuando comimos nos fuimos de ahí y volvimos a casa. Hicimos unas cuantas fotos, pero a Lucía se le ocurrió editarlas, pero como es una cámara muy antigua y muy difícil de manejar, sin darse cuenta borró todas las fotos. Todos la reñimos e hicimos un pacto para no volverla a dejar tocar la cámara, y que la íbamos a regalar su propia cámara para que borrara solo las fotos de su cámara y no nos quedáramos sin ningún recuerdo que enseñar a nuestros padres.

Bueno os envío besos desde Madagascar, porque estoy tan cansada, que creo que me voy a quedar dormida encima del ordenador, bueno hasta la próxima entrada del blog. XOX

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