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UNA REPENTINA CAIDA
Al habla Lía. Hoy os voy a hablar de nuestro cuarto día en
Madagascar.
Para empezar ayer llegamos muy pronto a casa, imagino que
Lucía ya os lo habrá contado, fue súper divertido aunque creo que hubo algunos
rasguños en la ropa y la tuvimos que tirar, pero en fin, hoy es hoy o sea que a
lo que íbamos. Nos levantamos muy pronto todos, perdón todos menos Omar, no se
despertó hasta que no nos pusimos a hacer el desayuno, porque como el día
anterior no nos gustó mucho el desayuno pues decidimos hacer nuestro propio
desayuno con las sobras del avión.
Hicimos unas crepes con nocilla y unos vasos de leche con cola
cao, después nos montamos de nuevo en esa especie de coche arrastrado por el
guía y llegamos a un sitio precioso, un sitio que yo sabía que nunca iba a
olvidar, todos nos miramos a los ojos los unos a los otros y supimos que había
sido muy buena idea visitar Madagascar. Le preguntamos a nuestra guía que cómo
se llamaba este lugar tan espectacular, él nos dijo que eran los árboles de
Bongolava, y que íbamos a pasar todo el día ahí. A nosotros nos pareció una
gran idea y nos fuimos a dar un paseo mientras el guía sacaba los sándwiches
que habíamos preparado en el desayuno. Vimos un árbol que era mucho más alto
que los demás y eso que los demás también eran enormes, por lo menos medirían
27 metros cada uno, si si no estoy exagerando, 27 metros. Total que a los
chicos no se les ocurrió otra cosa que escalarlos. A nosotras eso nos parecía
una auténtica locura, no creíamos lo que estábamos viendo en tan solo cinco
minutos ya habían escalado casi la mitad del árbol, cuando por fin estaban
bajando, Javi se resbaló y se calló, por lo menos solo estaba a uno o dos
metros sobre el suelo, porque si no se habría matado. Después de eso decidimos
no volver a hacer eso y volvimos con el guía para comer, cuando comimos nos
fuimos de ahí y volvimos a casa. Hicimos unas cuantas fotos, pero a Lucía se le
ocurrió editarlas, pero como es una cámara muy antigua y muy difícil de
manejar, sin darse cuenta borró todas las fotos. Todos la reñimos e hicimos un
pacto para no volverla a dejar tocar la cámara, y que la íbamos a regalar su
propia cámara para que borrara solo las fotos de su cámara y no nos quedáramos
sin ningún recuerdo que enseñar a nuestros padres.
Bueno os envío besos desde Madagascar, porque estoy tan
cansada, que creo que me voy a quedar dormida encima del ordenador, bueno hasta
la próxima entrada del blog. XOX
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